Norte oscuro - Capitulo 49 : La gente.
La desastrosa noche pronto paso, y al marcar las seis de la mañana, el sol asomo su cabeza en el horizonte. A diferencia de la noche demoniaca llena del sonido de guerra, la mañana fue como una lluvia fría luego del caliente verano. No había sonido alguno en todo nueva york, incluso aquellos que lamentaban a sus muertos los lloraban en silencio.
Había miedo en el aire, miedo y tristeza…
Curiosamente, contando este ataque y el anterior, los demonios solo habían matado a dos décimas de la población. Y de hecho, una pequeña mayoría eran soldados, policías, funcionarios y personas que escapaban despavoridas por las calles.
Solo dos personas habían notado este hecho. Una de ellas era Klaus, quien se preparaba para partir de la ciudad, mientras que la otra, resulto ser John Wilson.
Solo mirando el conteo de cuerpos al día siguiente, pudo notar lo anormal de la situación. No podía entender el porqué, pero no tenía tiempo para ello. Esa batalla de la noche anterior había dejado un grave vacío de poder, no sabían cómo ni por qué, pero los demonios habían asaltado la sala de operaciones poco antes de que la batalla terminara.
Dentro del lugar, todos y cada uno de los altos mandos de la ciudad habían muerto…
El único motivo por el que John se salvó, fue que había salido de la sala poco antes de que el ataque comenzara para lavarse la cara. Cuando volvió a la sala, solo encontró un reguero de cadáveres y ningún sobreviviente.
Ahora esta ciudad no tiene líderes, y los civiles están en pánico…
Como el más alto rango sobreviviente, era su deber resolver este problema.
Estrujándose las cejas con fuerza, John miro los papeles frente a él, era una lista de nombres para promoción. Aproximadamente 30 nombres estaban escritos en ella. Ahora debía seleccionar a la mitad para llenar las vacantes.
A su lado, una voz grave y gruesa se escuchó. –¿Ya termino el coronel? si es así, debe comenzar con el próximo proyecto de ley–
Ladeando la mirada, John pudo ver a un hombre moreno y corpulento, con una cicatriz que iba desde la comisura de sus labios a las mejillas. Resoplando, le paso el documento de mala gana, mientras decía. –No podían esperarse, verdad? esos altos mandos nos están obligando a saltar al fuego–
–Pienso lo mismo– Tomando la lista de nombres, y poniendo otro folleto en el escritorio, el hombre corpulento se sentó frente a él. –La gente ya está como una cabra con todo lo que ha pasado. Los superiores quieren que abramos un centro de reclutamiento en medio de este lio. En el momento en que abramos las puertas, una turba furiosa vendrá a patearnos de la ciudad–
–Y que lo digas–
–Hmp, ya veo, nominaste a yaret para el puesto– Ojeando la lista de promociones, reviso cada nombre en la lista. Pero cuando iba a mitad de camino, se detuvo. –¡Debes estar bromeando! ¿Me nominaste para comandar un regimiento?–
–¿Qué tiene de malo?– Mientras ojeaba la nueva lista de documentos, John dijo con indiferencia. –Te lo has ganado a pulso, en el primer día, comandaste una compañía de 150 hombres y no perdiste a uno siquiera. Y el día de ayer, mientras tomabas el mando de un batallón de 500 hombres, acabaste con no menos de 100 demonios. Y sufriste tan solo 123 bajas, 20 de ellas mortales. Dime si estoy equivocado?–
–AH, no señor–
–Pues está decidido– Tirando los papeles sobre la mesa, El coronel Wilson miro a su subalterno y ordeno. –Ahora vaya a informarse con sus hombres, te quiero listo en las afueras de la ciudad en una hora–
–Si señor–
–Oh, y búscame un nuevo asistente, de preferencia mujer–
–¡Coronel!– Saliendo aquel hombre, un soldado con las rayas de un primer teniente entro apresurado.
–¿Que sucede, teniente? Espero traiga buenas noticias–
–Venga conmigo señor, hay algo que debe ver–
. . . . . . . . . . . . . . . . . .
Las batallas de la noche habían dejado exhaustos a todos los combatientes. Entre ellos estaba Sarah, la cual descansaba sobre el techo de un hospital totalmente agotada. Se había jugado la vida para salvar a los heridos que descansaban aquí, pero los demonios nunca dejaron de llegar aquí.
La compañía estacionada, la cual se suponía debía defender este lugar, había sido casi diezmada por los interminables ataques de los demonios. Sin embargo, los heridos no hacían más que seguir llegando.
Un verdadero desastre…
«Pero en fin, ahora que todo está tranquilo, puedo relajarme un poco´´ Pensando en esto, Sarah se recostó de una pared y cerró los ojos.
–¡¿Por qué hacen esto?!–
–¡Déjennos entrar, por favor!–
–Lo repetiré una sola vez mas, retírense, o vamos a usar la fuerza–
Abriendo los ojos, Sarah se levantó y miro hacia abajo, solo para ver a una multitud que se aglomeraba frente al hospital. Los soldados que defendían el lugar impedían la entrada de todo el mundo. Por lo que Sarah podía escuchar, el hospital estaba completamente lleno y no había espacio para un alma.
–Esto no va a acabar bien– Murmuro mientras bajaba del techo.
. . .
–¡Mira! ¿Por qué ellos si pueden entrar pero nosotros no?– Grito un sobreviviente mientras miraba unos soldados llevando a uno de ellos en una camilla. Mientras que los guardias los dejaban pasar así sin más.
–Los soldados tienen prioridad sobre todos los demás– Grito un mayor sin piedad.
–¿Que? ¡Eso no tiene sentido!–
–¡Nosotros somos humanos también!–
–¡No pueden hacer esto!–
¡¡¡¡TATATATATATA!!!!
Sin previo aviso, algunos soldados comenzaron a disparar hacia el cielo. La multitud soltó gritos de miedo mientras se agachaban, Algunos corrían despavoridos y tropezaban con otros. Sin embargo, en poco tiempo, el silencio predomino en el área.
Mirando a la multitud acallada, el mayor tomo un megáfono y pregono. –¡ESTO ES UNA ORDEN! SI EN DIES MINUTOS NO SE DISPERSAN, SE AUTORIZARA EL USO DE FUERSA LETAL–
Entre gritos y lágrimas, la multitud comenzó a retirarse como una marea, dejando a atrás a unos pocos sin intención de retirarse. Entre ellos, había un hombre joven que cargaba a una mujer mayor. Su mirada estaba tildada de desesperación.
–¡Mama, Q…Quédate despierta, no te duermas por favor. ¡POR FAVOR!…¡ALGUIEN!…¡Quien sea!– Ignorando las armas que apuntaban a su cabeza, y los gritos de todo el mundo a su alrededor, el joven abraso el cuerpo de su madre, la cual convulsionaba moribunda en el suelo.
Vomitando sangre, se podía ver la sombra de la muerte en sus ojos…
Los soldados, a metro y medio de ellos, con las armas levantas…
De pronto, una mano apretó su hombro, y fue como si hubiera sido despertado de un sueño. Un oscuro y horrible sueño. Levantando la cabeza, vio a una chica de ojos azules mirándolo por un momento. Vio como sus labios se movían, pero no escucho una palabra.
. . .
–Déjame ayudarte– Habiendo dicho eso, Abey tomo a la mujer de sus brazos. Rebusco entre las manchas de sangre hasta encontrar una herida. Al final, encontró un pequeño y redondo agujero por el cual la sangre fluía lentamente.
Poco después, la luz floreció otra vez…
Sin embargo, casi nadie aparte de Abey pudo ver la luz. Para el resto del mundo, la herida la cual suponen es de una bala comenzó a sangrar más. Pero antes de que alguien pudiera hacer nada, un trozo de metal fue expulsado del agujero, y la herida se cerró como por arte de magia.
–¡Ayu-Ayudame a mi también!– Sin que Abey lo notara, otra persona había visto como había curado a la mujer. Resulto ser un hombre con el brazo izquierdo destrozado, literalmente solo colgaba de un hilo.
Sin decir una palabra, Abey camino hacia aquel hombre y uso sus manos para encajarle el brazo. Entonces, algo imposible ocurrió frente a la vista de todos.
Aquel brazo, el cual estaba prácticamente separado en dos, había empezado a fusionarse. Tal cual un trozo de tela se hilaba solo, los tendones y músculos se unieron como si nunca se hubieran separado. En cuestión de segundos, la herida había desaparecido del todo.
–¡O por Dios! Esto…esto es real?–
–A mi también, ayúdame por favor–
–Salva a mi hijo, ¡Te lo ruego!–
Las personas, las cuales habían visto aquella maravilla con toda claridad, empezaron a suplicarle que los salvara, que salvara a su familia, que salvara a sus amigos. Lentamente, la vista de Abey fue abrumada de personas que pedían ayuda. Esto la supero por completo. No pensó en lo que desencadenaría sus acciones, no se permitió pensar en ello.
. . .
De repente, las personas que la rodeaban desaparecieron. Ahora solo había tranquilidad, y el lejano ruido de conversaciones a lo lejos. Mirando a su alrededor, noto que estaba en un lugar un poco lejos del hospital.
–Eso fue insensato, si quieres vivir mejor no vuelva a hacerlo–
Sorprendida por esa voz, Abey se dio la vuelta, solo para ver a una persona en la que no había pensado, Sarah. Viendo su mirada demacrada, Abey se apresuró mientras decía. –¡Eres tú! ¿Qué tienes ahí? déjame ayudarte–
Deslizando la sudadera, pudo ver una pronunciada herida que iba desde el hombro cruzando su pecho. Sarah parecía algo incomoda pero no la detuvo, solo ladeo la cabeza y miro a otro lado.
Notando su incomodidad, Abey dijo lentamente. –No supimos de ti desde el mediodía, ¿Buscabas a tu familia, verdad? ¿La encontraste?–
–No, no pude encontrar nada, entonces todo se puso…todo se puso de cabeza y no supe que hacer– Al hablar de su familia, Sara se sentía algo perdida.
Con una expresión no muy común en ella, Abey consoló en voz baja. –Lo siento–
–No necesito tu lastima– Habiendo dicho eso, se dio la vuelta y desapareció.
Sin parecer preocuparse por ella, Abey suspiro y miro hacia el cielo. Estaba de un hermoso color azul, totalmente indiferente a la miseria que predominaba sobre la tierra. De repente, algo llamo su atención, y su mirada se fijó en uno de los altos edificios del área. Un poco sorprendida, corrió hacia el sin dudarlo.
. . .
Unos diez minutos después, Abey había subido al rascacielos y abrió la puerta que llevaba a la terraza. Atacada por una gran ráfaga de viento, se detuvo por un momento antes de continuar caminando. Pronto llego junto al balcón, y hay pudo encontrar a aquella persona que había estado buscando.
–¡¡Klaus!!–